El 7 de Agosto de 1956 a la 01:07 de la madrugada, siete camiones cargados con 42 toneladas de dinamita estallaron en el centro de Cali. La explosión se llevó consigo la vida de 4.000 personas y dejó un cráter de 50 metros de diámetro por 25 de profundidad. Testigos de la tragedia coincidieron en describirla como una escena del fin del mundo: cielos rojos, cuerpos mutilados por doquier y olores fétidos que nunca se olvidarían.
Este evento es conocido como el inicio del calificativo con el que se le conoce generalmente a Cali: la capital mundial de la salsa. Con el propósito de alegrar a la población, las autoridades locales decidieron crear ese año la Feria de Cali. Un carnaval que logró catapultarse gracias a la migración que hubo desde el pacífico colombiano - que a inicios de los 60s trajo consigo los primeros LPs provenientes de Nueva York - y arraigó el género de la salsa en toda la ciudad.
Desde esa fecha y de manera ininterrumpida, la ciudad bailó. En lugares construidos para tal fin, cuerpos de locales y visitantes se expresaron mediante los ritmos frenéticos de la salsa, un baile que transgredió normas sociales impuestas durante décadas, y que en un principio fue clandestino e incluso considerado pecaminoso, a tal punto de alimentarse el mito que el diablo frecuentaba las discotecas de salsa en Cali.
Este ritmo se mantuvo hasta la madrugada del 15 de marzo de 2020. Ese día, por primera vez, la rumba paró después de casi 64 años de golpe continuo. Un escueto comunicado del gremio de establecimientos nocturnos informó a la opinión pública que de manera preventiva cerraban sus locales hasta nuevo aviso, debido a un virus altamente contagioso que en pocos días paralizó el planeta entero, y que localmente quebró la industria salsera de la ciudad, cubriendo también de sombras la posibilidad de vivir de nuevo una de las expresiones más humanas que existen: el baile como interacción social entre conocidos y extraños. Una bomba y un virus separados en el tiempo pero con características apocalípticas similares que podrían marcar el inicio y fin de la salsa en Cali.
The Omen
On August 7th, 1956 at 1:07 a.m., seven trucks loaded with 42 tons of dynamite exploded in downtown Cali. The explosion took the lives of 4,000 people and left a crater 50 meters in diameter by 25 meters deep. Witnesses to the tragedy agreed to describe it as a scene from the End of the World: red skies, mutilated bodies everywhere and fetid smells that would never be forgotten.
On August 7th, 1956 at 1:07 a.m., seven trucks loaded with 42 tons of dynamite exploded in downtown Cali. The explosion took the lives of 4,000 people and left a crater 50 meters in diameter by 25 meters deep. Witnesses to the tragedy agreed to describe it as a scene from the End of the World: red skies, mutilated bodies everywhere and fetid smells that would never be forgotten.
This event is known to be the reason for Cali receiving its nickname that is still used today: the Salsa Capital of the World. In an effort to appease the population, the local authorities decided to create the Feria de Cali carnival that year. A carnival that gained instant popularity, thanks to the migration that took place from the Colombian pacific coast -which in the early 1960s brought with it the first LP records from New York- and rooted the Salsa genre throughout the city.
From that date and uninterruptedly, the city danced. In places built for this purpose, sweating bodies of locals and visitors expressed themselves through the frenetic rhythms of Salsa, a dance that transgressed social norms that had been imposed for decades, and whose beginning was clandestine and even considered sinful, to the point of feeding the myth that the Devil frequented salsa clubs in Cali.
This rhythm was maintained until the early hours of March 15, 2020. That day, for the first time, the rumba stopped after almost 64 years of continuous beats. A brief statement from the nightclub sector informed the public opinion that they were preemptively closing their discotheques until further notice, due to a highly contagious virus that in a few days paralyzed the entire planet, and that locally broke the city's Salsa industry, and also cast a shadow over the future possibility of experiencing again one of the most human expressions that exists: dance as a social interaction between friends and strangers.
A bomb and a virus separated in time but with similar apocalyptic characteristics that could mark the beginning and end of the Salsa era in Cali.